¿Qué pasa cuando en un
periódico quieren ir de guays y feministas sin consultar con una auténtica feminista? Que la cagan. Sin tratar de menospreciar las buenas intenciones del artículo vamos a analizarlo punto por punto, no solo de buenas intenciones se vive. (Y sí, he visto que el artículo lo ha escrito una mujer. Si eres de esas personas que piensan que solo las mujeres pueden ser feministas y los hombres machistas, háztelo mirar). (De hecho, pienso que todo el mundo es más o menos machista ya que vivimos en una sociedad patriarcal y es imposible escapar de esa mirada
falocéntrica que todo lo empaña, así que si alguna vez soy yo quien la caga, por favor, reíros de mí que la risa es la mejor medicina). Vamos al lío.
Las cinco implicaciones machistas que esconde el concepto 'tía guay'
En 'Perdida' se analiza esta idea de chica tan admirable... que parece un hombre (¿perdona? ¿Quién atribuye a los hombres tal o cuál comportamiento? ¿Por qué ellos se tienen que quedar con todo lo bueno?) ¿Ha logrado hacer más daño que la Barbie? (Lo dudo, la Barbie causa traumas a las pre-púberes haciendo que piensen que tener pezones y vagina está mal, que las auténticas Barbies no gastan de eso, faltaría más).
Perdida es un bestseller que reflexiona “sobre la diferencias entre hombres y mujeres”. Al menos así lo apunta Ben Affleck, el actor que protagoniza la adaptación cinematográfica dirigida por David Fincher y que se estrena este viernes en España. En la novela de Gillian Flynn se muestran los estereotipos clásicos de un matrimonio y se guía al lector a través de un análisis de los mismos. Finalmente, nada termina siendo lo que parece. Pero la novela también se ha hecho célebre por describir como en pocos libros se ha logrado un concepto a partes iguales aspiracional y pernicioso, tan atractivo al oído como negativo a largo plazo: la tía guay, la cool girl (desde una visión machirula claro, un tía guay puede ser de muchas formas en realidad, pero solo se tienen en cuenta las tonterías que dice este sector de la población). Una de esas ideas que suenan a puente entre un género y otro (el género no existe, son los padres), pero que más que armisticio, son un caballo de Troya.
El párrafo, o párrafos en cuestión han alentado un debate sobre lo retrogrado o machista de este modelo de mujer, cuya esencia Flynn resume magistralmente así:
“Ser una tía guay significa que soy una mujer sexy (yo soy sexy), inteligente (también, y a rabiar) y divertida (¿no me estás leyendo? Soy la monda lironda) a la que le encanta el fútbol (fútbol caca), el póker (solo si hay desnudos de por medio), los chistes guarros (de cacas y pedos) y que eructa (en general las tías no eructamos, los gases se nos acumulan en el cuerpo hasta que flotamos y desaparecemos por la estratosfera), que juega a los videojuegos (es que los videojuegos son solo cosa de chicos, claro, claro), bebe cerveza barata (las tías en general tenemos tanta pasta que nos podemos permitir cerveza carísima y no nos rebajamos a beber esa bazofia), le gustan los tríos (y el sexo en grupo y el interracial) y el sexo anal (a quién no le gusta ponerse una falo-braga de vez en cuando), y se atiborra de perritos calientes y hamburguesas como si estuviese protagonizando la mayor orgía culinaria del mundo (se llama food-porn, y no, a las tías no nos gusta comer, no que va), mientras, de alguna forma, consigue mantener una talla XS, porque las tías guays son por encima de todo sexis (no es que las gordas no podamos ser sexis claro, eso está pasado de moda.) (Debo reconocer que el motivo del enfado de esta mujer es comprensible. De alguna forma se nos exige que comamos comida basura a dos carrillos y nos mantengamos delgadas por arte de magia. Eso, pasado los quince años es bastante difícil para la mayoría). Están buenas y son comprensivas (¿esto es de verdad? En serio, ignoro si esto es así, si una tía guay además de beber cerveza y peerse tiene que tragarse cada bronca con la que se topa, pensaba que era justo lo contrario). Las tías guays nunca se enfadan; solo sonríen con desazón, de una forma encantadora, y dejan a sus hombres hacer lo que les dé la gana […].
Los hombres creen que esta chica existe (¿no existen chicas con gases? Me diento muy rara ahora mismo). Quizá estén engañados porque hay muchas mujeres que están dispuestas a fingir que son esa chica (¿En serio?). Durante mucho tiempo, las 'tías guays' me han irritado (normal querida, normal). Veía a los hombres –amigos, compañeros, extraños– atontados por estas horribles mujeres falsas (¿no es más falso creer que te gustan todos los productos diseñados artificialmente para las mujeres, como los bolis rosas, los tacones, las tareas domésticas, la piel sin vello, la literatura erotico-misógina y los tangas?) y quería sentarlos y decirles calmadamente: 'No estas saliendo con una mujer, estas saliendo con una mujer que ha visto demasiadas películas escritas por hombres (eso es cierto esté hablando de lo que esté hablando. Seguro que ha visto demasiadas pelis escritas por hombres pues la mayoría de las pelis que salen están escritas por hombres. Meh) socialmente ineptos a los que les gusta pensar que este tipo de mujer existe y que les besará'.
La cuestión de si este estereotipo de mujer está haciendo más daño al género femenino (el género no existe, son los padres) que el estereotipo de la Barbie tonta merece al menos un debate. Porque la tía guay, en muchas de sus acepciones, no deja de ser más que un Barbie con una litrona pegada a la mano: una Miss Universo de Brooklyn o Malasaña (ponga aquí el barrio que usted considere); una especie de ser híbrido que incrusta los valores emocionales y sociales del colega masculino perfecto en el cuerpo de una top model (Uf, asco).
¿Existen mujeres así? (No, la perfección no existe, pero seguro que si buscas un poco en tu interior, encontrarás a una mujer que se tira pedos seguro, seguro). Si las películas fueran registros notariales de la realidad, estos ejemplos demostrarían que, efectivamente, la tía guay es de carne y hueso (y gases) (estos paréntesis no son míos y me da mucha rabia):
1. Se enfada tan poco como Mery Jensen de Algo pasa con Mary
Definición gráfica de recipiente de semen
Realmente, la actriz que da vida a esta chica cándida, que dispara rifles mejor que un francotirador ruso y no se avergüenza de su vibrador es la tía guay por excelencia. Cameron Díaz encarna a esa mujer con la que un futbolero podría mantener una larga conversación sobre la situación de Casillas en el Real Madrid y que, a continuación, sería capaz de participar en un desfile de Victoria's Secret sin que su cóncavo abdomen dé cuenta de la ración XXL de patatas fritas que se acaba de meter entre pecho y espalda (es imposible que a una mujer le guste el deporte, claro que sí. Pregúntaselo a todos los equipos femeninos federados en este país. Y una consecuencia lógica de que te guste el deporte es que quemes mucha grasa. Entiendo que joda que se espere de nosotras que seamos delgadas pase lo que pase, pero de ahí a tenerle rabia a las chicas que lo son me parece envidia cochina). Una perversión de las leyes de la anatomía y los procesos digestivos. Porque Cameron no es de las que dice “no, gracias, prefiero una ensalada mixta sin tomate” y luego se pasa la cena picoteando de tus patatas fritas (primero con disimulo y después como Adrien Brody en El pianista con la lata de mermelada). No, ella es sincera con su propia hambre y se pide siempre su propia ración de patatas fritas. (Yo lo hago, no te quepa duda. Eso sí, mi culo es del tamaño de toda Cameron Díaz, eso lo reconozco. Y soy sexy, eso también lo reconozco).
2. Come tanto (y engorda tan poco) como Andie Anderson en Cómo perder a un chico en 10 días (esta mujer parece un poco obsesionada con lo de comer y no engordar).
La historia es así: Kate Hudson es una licenciada en periodismo por la universidad de Columbia, superfan de la NBA y adicta al bacon que debe conseguir librarse de un tío bueno, Matthew McConaughey, en diez días (por motivos de curro, aquí se obvia un poco la profesionalidad de la protagonista). Para lograrlo se convierte en el estereotipo de la novia odiosa: una tía obsesionada con su peso, que interrumpe sus partidas de póker con excusas irritantes y que ha decidido bautizarle el miembro con un diminutivo (lo que viene siendo una zorra vamos). Es una tía guay encubierta. Pero las tías guays son tan guays, según la película, que al final su guayeza acaba prevaleciendo pese a todos sus esfuerzos. La película deja muy claro cuál es el ideal de chica y cuál la reencarnación de Satán. Lo que se abre camino entre estos dos extremos o no existe o no merece la pena aparecer en la película. (Mira, aquí voy a coincidir, los extremos no me van).
3. Se le dan tan bien las 'cosas de chicos' (ahí va lo que ha dicho, lo que ha dichoooooo) como a Robin Scherbatsky en Cómo conocí a vuestra madre.
Hasta Robin pone cara rara al leer esto
Tendámonos en el diván un rato. En la serie nos cuentan que el padre de la-siempre-deseada-Robin se sintió tremendamente defraudado porque fuera una niña en vez de un niño. Tanto que le puso como segundo nombre Charles. La canadiense se pasa toda la serie/vida intentando agradar infructuosamente a su padre (esto… no. Creo que no hemos visto la misma serie). Robin bebe whisky solo, ama el hockey y las armas y no le hace ascos a fumarse un puro de vez en cuando (todas estas cosas son incompatibles con el hecho de tener vagina. El whisky la deforma, el hockey la reseca, las armas la vuelven de color verde y fumar puros directamente hace que te crezca pene. Esto es así, mirad cualquier artículo científico). También tiene cierto pánico al compromiso y a perder la pasión sexual con el paso de los años (ninguna mujer tiene miedo al compromiso ni a perder la pasión sexual. Nosotras frungimos no por gusto propio, sino para complacer a nuestra pareja. La articulista nos acaba de convertir, muy sutilmente, en recipientes de semen). Y además es capaz de aterrizar un helicóptero en Manhattan sin haber pilotado nunca antes gracias a lo cual le ponen su nombre a un sandwich en una tienda neoyorquina (si en la serie lo hubiera hecho un hombre, cosa que pasa muy a menudo en la ficción, no pasaría nada… ¿machismo? ¿Dónde?). Freud (y como Freud no era machista... no, qué va) tendría algo que decir sobre el hecho de que Robin sea la mujer de los sueños de Ted y Barney, dos de los protagonistas de la serie: el chico bueno y el golfo. Pero Robin no es una tía guay 100%, porque ella no sonríe y perdona todas las jugarretas de sus parejas como si le hubiesen pasado el neutralizador de memoria de Men in Black. No. Robin se enfada, Robin es vengativa, Robin llora. Robin no es una cheerleader afiliada a la Asocación del Rifle (y si no es una tía guay porque es un personaje bien trabajado y complejo, ¿por qué está en esta lista?). Siguiendo con el hilo cinematográfico, un claro ejemplo de mujeres que nunca se cabrean son las habitantes del barrio de Las mujeres perfectas… y son robots. Y meten miedo. (Precisamente esta peli habla de la incongruencia de querer cambiar a las personas por estereotipos… no sé dónde quiere llegar con este argumento. Igual no soy tan inteligente como me creía).
4. Aprecia la cerveza tanto como Kate en Colegas de copas
¿No es este uno de los sueños de millones de hombres? Una compañera de trabajo con la que te llevas genial, con la que compartes gustos y aficiones, entre ellos la pasión por la cerveza, de nuevo: ¿es que no hay hombres, aparte del marqués de Griñón, a los que les guste el vino? (De nuevo, a las mujeres NO nos puede gustar la cerveza, es impensable, una atrocidad biológica) y la comida basura. Además, da la casualidad de que esta compañera es Olivia Wilde y que se fija en un tipo perfectamente normal como Jake Johnson (ah, bueno, el quid de la cuestión. Es cierto que en el cine y en las series, de forma muy mayoritaria, mujeres de muy buen ver se lían con hombres que, bueno, son normalitos en el mejor de los casos, pero esto es así en cualquier tipo de ficción, no solo con las tías guays). Soñar es gratis. Pero, de verdad, ¿qué probabilidades existen de encontrar a alguien así en la oficina? Seamos sinceros: nuestros lugares de trabajo se parecen más a The Office que a Anatomía de Grey. (Lo que tiene la ficción es que es ficción, mira por dónde).
5. Le gusta tanto el sexo como a Anne Hathaway en Amor y otras drogas (a las tías es imposible que nos guste el sexo, esto es así. Cualquiera que diga lo contrario miente como una bellaca. Si practicamos sexo es porque tenemos metido en el cerebro nuestra función: ser fundas de penes).
En esta película los roles estereotípicos aparecen ligeramente alterados. Es ella la que solo quiere sexo sin complicaciones. Pero, claro, este comportamiento debe de tener una explicación (léase con tono irónico): Maggie, la protagonista, padece una enfermedad degenerativa. La única razón por la que una mujer podría querer solo sexo, y no un anillo de compromiso en cada cita, es que esté cerca de la muerte o padezca alguna patología que amenace con destruir su calidad de vida, o que sea Mila Kunis en Con derecho a roce, donde las ganas de roce le duran poco; o Natalie Portman en Sin compromiso, que es exactamente la misma película (Mira, aquí voy a coincidir ligeramente con el argumento de la articulista. Me parece horrible que nos vendan que solo las moribundas tengan derecho a querer sexo sin más. Muy, muy horrible). La tía guay por enfermedad horrible es un modelo que ya había sido esbozado en dramones como en Otoño en Nueva York: Winona Ryder tiene un problema de corazón grave que le hace vivir cada segundo de la vida como si fuera el último, siempre sonriente y encantadora, dispuesta a liarse con un hombre que le triplica la edad y fue amante de su fallecida madre, o Noviembre dulce: Charlize Theron tiene cáncer y decide redimir a un totalmente despreciable ejecutivo agresivo sin alma mostrándole las bondades de las cosas importantes de la vida. No hay forma más retorcida de llamar guay a alguien. (Mini-punto para la autora. Nada que objetar. Es un alivio encontrar algo de sentido común entre tanta tontería).
Y hasta aquí el artículo.
En definitiva, las tías normales (las que no son guays) ni tienen gases, ni les gusta comer, ni el deporte, ni los videojuegos, ni la cerveza, ni el sexo sin amor (esto no me ha quedado muy claro la verdad), ni somos sexis, ni inteligentes, ni delgadas (como si no fuera un tipo de cuerpo más), ni las “cosas de chicos” en general. Bueno, pues hoy acabo de descubrir que no soy una tía normal. Miraré en mis bragas a ver si me ha salido un pene o algo.
Ese bulto es sospechoso...