lunes, 27 de octubre de 2014

Detecta a una zorra mentirosa y vuélvete paranoico en el proceso

La revista Men’s Health nos trae este fascinante artículo sobre cómo pillar a la parienta si crees que te está poniendo la cornamenta. (Me encanta la obsesión de la peña por las infidelidades. Se nota que el sexo vende, y si no es con la propia pareja todavía más al parecer). Vamos a ver qué señales son esas con las que nos pueden pillar a las mujeres cuando somos unas zorras descocadas. 


Las señales que le delatan


Presta atención para saber si tu novia te la está pegando con otro (lo de que te la pueda estar pegando con otra queda completamente descartado, claro, aunque eso igual te la pela porque sin pene no hay cuernos, esto es así). Que no te den gato por liebre.

Sus ojos cuentan más que su boca. Sobre todo si está mintiendo (chan chan chan). Te falta entrenamiento para utilizarlos a la hora de interpretar el lenguaje corporal de la mentira (cochina). Para poder descifrar alguna señal de que te está engañando, hazle unas cuantas preguntas (o el tercer grado) y encuentra alguno de los seis indicadores de malestar que se describen abajo (y como no vas a estar paranoico con el tema, para nada vamos, si ves esos indicadores seguro seguro que es que la muy zorra se está trajinando a otro). Básicamente, lo que estás buscando son tics biológicos que tienen su origen en el instinto de supervivencia de protección de uno mismo (todo este rollo pseudocientífico hará que te tragues cualquier mierda que te suelten, no lo niegues). Las señales te servirán para conocerla mucho mejor y que no te pueda dar gato por liebre. Ya nos contarás (porque somos unos cotillas que nos gusta enterarnos de los cuernos ajenos).


Aclara la garganta
Trabarse la lengua no es indicador de nada pero si su tono se eleva o si empieza una respuesta aclarando la garganta, puede haber algo que no encaje del todo. O que tenga un catarro. (Por lo menos aclaran que la chica puede tener la garganta llena de mocos y esté luchando por sacarlos de ahí para poder respirar. Es decir, que si se aclara la garganta, puede que esté mintiendo o puede que no. Uff, menos mal que me lo han dicho ¿eh?)

Frunce los labios
Si sus labios se comprimen como si estuviera a punto de besarte, estás ante un indicador de estrés. Se trata de una antigua característica de nuestra biología y es algo que compartimos con los simios. (En ningún caso puede ser que realmente esté a punto de besarte o esté pensando en besarte. No, ella está recordando la felación que le hizo al taquillero del cine el otro día)

Dame un besito, tonti


Frota los ojos
Si empieza a frotarse los ojos con el pulgar y el dedo índice, lo que está tratando de hacer es bloquear su línea de visión. Se ha demostrado que esto es algo que hacen, incluso, los invidentes. (Tranquilo, no es que esté cansada, tenga la vista agotada y una jaqueca galopante después de aguantar un sinfín de gilipolleces, como las tuyas por ejemplo. Si se frota los ojos es que la han puesto mirando a Cuenca día sí día también. Esto es así).

Acaricia la garganta
Cuando una mujer se siente amenazada, suele tocarse la parte de delante del cuello (solo las mujeres ¿eh?, no vayamos a pensar que hombres y mujeres compartimos las misma biología, con los simios sí, pero entre nosotros ni de coña vamos). Jugar con su collar es un indicador del mismo tipo. (Se acaricia la garganta porque todavía le molesta un poco después de la felación que acaba de hacerle a su compañero en el baño de la oficina. Luego si se aclara la garganta es que ha tragado tema. Vamos, que tienes más cuernos que el padre de Bambi, como se suele decir). Los hombres, en cambio, suelen hacerlo con la corbata o el cuello de la camisa (que no se parece en nada a acariciarse la garganta ni jugar con un collar, claro que no, las corbatas y las camisas son cosas muy masculinas y si no tienes pene no te las venden. Y si tienes pene no creas que te van a dejar comprarte un collar, faltaría más). (Divago mucho, sorry).

Levanta los hombros
Si levanta los hombros al mismo tiempo que habla es síntoma de que no está realmente convencida de lo que te está diciendo. (O que le ha dado un tirón después de tanta fornicación extramatrimonial).

¿He sido yo?

Arruga la nariz (a esta expresión yo la llamo: cara de estar oliendo mierda)
Imagina que te ponen un plato con algo nauseabundo: arrugas la nariz. Bien, la gente reacciona del mismo modo cuando ante algo desagradable como una pregunta que le toca muy de cerca. (En ningún caso es porque lleves tres días sin ducharte obsesionado como estabas por ver si de la frente asomaba algún atisbo de cuerno. No, arruga la nariz porque es una zorra mentirosa, no porque desconfíes de ella, ni porque atufes a sobaco, ni porque le ha entrado una mota de polvo en ese momento ni nada de eso. Lo dicho, todas zorras).



Bueno, hasta aquí la sabiduría de la Men’s Health. ¿Qué os ha parecido? Como habréis podido observar yo solo os traigo mierda de la buena... ¿Qué hatajo de paranoicos/as habrá redactado este artículo? Es algo que no puedo ni imaginar. Si queréis mi consejo (os lo voy a dar de todos modos pero sois libres de no hacerme ni caso, total, solo soy una zumbada): si sospecháis que os están mintiendo solo tenéis dos opciones, confiar o no confiar. Si no confías, da igual lo que hagáis tú o tu pareja, eso está abocado al fracaso y a un sufrimiento innecesario. ¿Se puede recuperar la confianza perdida? Sí, por supuesto. En mi opinión, tienes las mismas posibilidades de conseguirlo que las que tienes de ganar el euromillón. Pero bueno, de ilusión también se vive ¿no?

Mierda de la buena que vive llena de ilusión

martes, 21 de octubre de 2014

Cosas que a los hombres no les gusta oír si tienes vagina

Nuestra amiga COSMO nos trae hoy una chorrada de cuidado. Cosas que a los hombres (a todos, absolutamente a todos) no les gusta oír por parte de ninguna mujer. De verdad, no tiene desperdicio. Como siempre, mis comentarios sobre el artículo entre paréntesis (amo los paréntesis, de mayor me casaré con ellos, con los dos) y en otro color.


8 cosas que nunca deberías decirle a un hombre (Ocho rima con chocho)
Frank Kobola, editor de Cosmopolitan.com, nos confiesa las cosas que a un hombre no le gusta escuchar. (Y por lo tanto, como a ellos no les gusta, te tienes que callar la boca, zorra, que eres una zorra)

1. “No eres tan fuerte”
A no ser que le estés comparando con Superman, acabas de machacar su autoestima. (Porque la autoestima de TODOS los hombres está directamente relacionada con su fuerza. Bienvenidos/as a la era de las cavernas).

2. “Soy mucho más alta que tú”
Aunque sea cierto, no se lo recuerdes, él ya lo sabe. ¿Por qué quieres potenciar un posible complejo? (Chica, es que eres cruel por decirle eso, aunque te esté diciendo que pesas veinte kilos más que él o que no llega al armario de los cereales)

3. “¿Ese preservativo no es demasiado grande?”
Nunca, NUNCA, insinúes algo así sobre su cuerpo, y mucho menos sobre su pene. (¡Mujer, cómo osas insinuar algo sobre las escasas dimensiones de su pene! ¡No importa si el preservativo realmente es demasiado grande y corras riesgo de embarazo no deseado o ETS! ¡Tu salud no es tan importante como su diminuto pene y la fragilidad de su ego masculino!).

¿Pero dónde vas chaval? 
Quien te dijo que de ilusión también se vive mintió vilmente

4. “¿Cómo puedes tener tanto pelo?”
Esto, automáticamente, nos hace sentir como el actor de Borat. Gracias. (Pues yo me trajinaría a fondo al actor de Borat. De nada). (Por cierto, si él parece un oso y es de los que se quejan porque no te rasuras la vulva todos los días tienes permiso para hacer que se trague todos y cada uno de sus propios pelos)

5. “En realidad no sabes cambiar una rueda, ¿verdad?”
¡No es cierto! Todos los hombres sabemos… No insinúes nunca que no puede hacerlo. (Viene impreso en el código genético del cromosoma Y. Afirmar lo contrario es ir contra natura, como el matrimonio homosexual, que las mujeres practiquen deporte o el aborto, esto es así)

¿Y esto dónde se supone que va?

6. “Me gustaría encontrar un chico tan divertido como tú” a tu mejor amigo.
¡Puedes hacerlo! ¡Lo tienes delante de ti! (¡No importa que no te atraiga ninguna de sus otras características! Es más, tu mejor amigo quiere acostarse contigo, que lo sepas. No es tu amigo solo por ser tu amigo, para eso tiene a sus colegas machos. ¿En serio cualquier hombre se frungiría a todas sus amigas? Yo me sentiría insultada si insinuaran eso sobre mí. Ahí lo dejo).

7. “Eres como un hermano para mí”
Lo que has dicho es “tengo confianza en ti y nuestra amistad es importante” pero lo que interpreta un hombre es “no te toco ni con un palo”… Aunque sepamos que es así, duele. (Porque los hombres tienen amigas para ver si en algún momento las pillan con el día tonto y se los quieren frungir. Esto es así).

8. Espera, ¿realmente vas al gimnasio?
En serio, ¿qué es lo que te hace pensar que no lo hago? ¿Y por qué me lo dices? (Tal vez la tripita cervecera y que te ahogas a los dos minutos de empezar a copular la hayan despistado de tu forma física. No sé, es una idea. Y si te lo dice es porque es una zorra, como todas).


Y hasta aquí las cosas que jamás de los jamases le puedes decir a un hombre si tienes vagina. Es raro, yo había imaginado que la cosa iría por otros derroteros. Estas son las frases que no le diría jamás a un hombre (es broma, las digo constantemente, llamadme cruel):

1. Tengo pene (las reacciones ante esta frase son de lo más variopintas, algunas bastante inquietantes).

2. Me encantaría hacer espeleología en tu culo (si se le ilumina la cara al oír esto no lo dejes escapar chica, es el elegido).

El instrumento perfecto para la espeleología rectal. Y también para sacar mocos

3. Cielo, estoy embarazada (en el caso de que no estéis buscando descendencia claro. Si estáis pasando un momento económico especialmente duro es más divertido).

4. ¿Te has comido mis pastelitos –o lo que sea? ¡Llevaban laxante! ¡Mucho laxante! (Esto también es más divertido si se lo dices cuando estáis por la calle).

5. ¿Ya está dentro? (Esto se puede referir tanto a cuando está aparcando el coche o cuando estáis en plena cópula. Sé que es muy típica, pero quería incluirla para hacer un homenaje a los clásicos).

6. Nací siendo hombre (no a todos les va a sentar mal esto, pero al que le sienta mal le suele sentar realmente mal. Diversión asegurada).

7. Tengo herpes. (De nuevo, para hacerlo más divertido, es mejor decirlo justo después de frungir, mientras todavía estáis tratando de recobrar el aliento. Ese es el momento).

Soy Herpes y creo que este es el comienzo de una gran amistad, de las de toda la vida vamos

8. Y por último pero no menos importante, mi frase favorita: contigo he descubierto que soy lesbiana. Así, sin más explicaciones. Lo más probable es que al principio no se lo tome ni bien ni mal pero, pasado un tiempo, es posible que se torture pensando «¿acaso es que yo era lo más parecido a una tía que pudo encontrar dentro del mundo de los penes?», «¿tan malo era el sexo conmigo?», «¿debería hacerme una reducción de pecho?»

Y hasta aquí por hoy, espero que hayáis disfrutado, ¡hasta la próxima parida!

jueves, 16 de octubre de 2014

No te pases de guay que la cagas


¿Qué pasa cuando en un periódico quieren ir de guays y feministas sin consultar con una auténtica feminista? Que la cagan. Sin tratar de menospreciar las buenas intenciones del artículo vamos a analizarlo punto por punto, no solo de buenas intenciones se vive. (Y sí, he visto que el artículo lo ha escrito una mujer. Si eres de esas personas que piensan que solo las mujeres pueden ser feministas y los hombres machistas, háztelo mirar). (De hecho, pienso que todo el mundo es más o menos machista ya que vivimos en una sociedad patriarcal y es imposible escapar de esa mirada falocéntrica que todo lo empaña, así que si alguna vez soy yo quien la caga, por favor, reíros de mí que la risa es la mejor medicina). Vamos al lío.

Las cinco implicaciones machistas que esconde el concepto 'tía guay'
En 'Perdida' se analiza esta idea de chica tan admirable... que parece un hombre (¿perdona? ¿Quién atribuye a los hombres tal o cuál comportamiento? ¿Por qué ellos se tienen que quedar con todo lo bueno?) ¿Ha logrado hacer más daño que la Barbie? (Lo dudo, la Barbie causa traumas a las pre-púberes haciendo que piensen que tener pezones y vagina está mal, que las auténticas Barbies no gastan de eso, faltaría más)

Perdida es un bestseller que reflexiona “sobre la diferencias entre hombres y mujeres”. Al menos así lo apunta Ben Affleck, el actor que protagoniza la adaptación cinematográfica dirigida por David Fincher y que se estrena este viernes en España. En la novela de Gillian Flynn se muestran los estereotipos clásicos de un matrimonio y se guía al lector a través de un análisis de los mismos. Finalmente, nada termina siendo lo que parece. Pero la novela también se ha hecho célebre por describir como en pocos libros se ha logrado un concepto a partes iguales aspiracional y pernicioso, tan atractivo al oído como negativo a largo plazo: la tía guay, la cool girl (desde una visión machirula claro, un tía guay puede ser de muchas formas en realidad, pero solo se tienen en cuenta las tonterías que dice este sector de la población). Una de esas ideas que suenan a puente entre un género y otro (el género no existe, son los padres), pero que más que armisticio, son un caballo de Troya. 

El párrafo, o párrafos en cuestión han alentado un debate sobre lo retrogrado o machista de este modelo de mujer, cuya esencia Flynn resume magistralmente así:

“Ser una tía guay significa que soy una mujer sexy (yo soy sexy), inteligente (también, y a rabiar) y divertida (¿no me estás leyendo? Soy la monda lironda) a la que le encanta el fútbol (fútbol caca), el póker (solo si hay desnudos de por medio), los chistes guarros (de cacas y pedos) y que eructa (en general las tías no eructamos, los gases se nos acumulan en el cuerpo hasta que flotamos y desaparecemos por la estratosfera), que juega a los videojuegos (es que los videojuegos son solo cosa de chicos, claro, claro), bebe cerveza barata (las tías en general tenemos tanta pasta que nos podemos permitir cerveza carísima y no nos rebajamos a beber esa bazofia), le gustan los tríos (y el sexo en grupo y el interracial) y el sexo anal (a quién no le gusta ponerse una falo-braga de vez en cuando), y se atiborra de perritos calientes y hamburguesas como si estuviese protagonizando la mayor orgía culinaria del mundo (se llama food-porn, y no, a las tías no nos gusta comer, no que va), mientras, de alguna forma, consigue mantener una talla XS, porque las tías guays son por encima de todo sexis (no es que las gordas no podamos ser sexis claro, eso está pasado de moda.) (Debo reconocer que el motivo del enfado de esta mujer es comprensible. De alguna forma se nos exige que comamos comida basura a dos carrillos y nos mantengamos delgadas por arte de magia. Eso, pasado los quince años es bastante difícil para la mayoría). Están buenas y son comprensivas (¿esto es de verdad? En serio, ignoro si esto es así, si una tía guay además de beber cerveza y peerse tiene que tragarse cada bronca con la que se topa, pensaba que era justo lo contrario). Las tías guays nunca se enfadan; solo sonríen con desazón, de una forma encantadora, y dejan a sus hombres hacer lo que les dé la gana […].

Los hombres creen que esta chica existe (¿no existen chicas con gases? Me diento muy rara ahora mismo). Quizá estén engañados porque hay muchas mujeres que están dispuestas a fingir que son esa chica (¿En serio?). Durante mucho tiempo, las 'tías guays' me han irritado (normal querida, normal). Veía a los hombres –amigos, compañeros, extraños– atontados por estas horribles mujeres falsas (¿no es más falso creer que te gustan todos los productos diseñados artificialmente para las mujeres, como los bolis rosas, los tacones, las tareas domésticas, la piel sin vello, la literatura erotico-misógina y los tangas?) y quería sentarlos y decirles calmadamente: 'No estas saliendo con una mujer, estas saliendo con una mujer que ha visto demasiadas películas escritas por hombres (eso es cierto esté hablando de lo que esté hablando. Seguro que ha visto demasiadas pelis escritas por hombres pues la mayoría de las pelis que salen están escritas por hombres. Meh) socialmente ineptos a los que les gusta pensar que este tipo de mujer existe y que les besará'.

La cuestión de si este estereotipo de mujer está haciendo más daño al género femenino (el género no existe, son los padres) que el estereotipo de la Barbie tonta merece al menos un debate. Porque la tía guay, en muchas de sus acepciones, no deja de ser más que un Barbie con una litrona pegada a la mano: una Miss Universo de Brooklyn o Malasaña (ponga aquí el barrio que usted considere); una especie de ser híbrido que incrusta los valores emocionales y sociales del colega masculino perfecto en el cuerpo de una top model (Uf, asco).

¿Existen mujeres así? (No, la perfección no existe, pero seguro que si buscas un poco en tu interior, encontrarás a una mujer que se tira pedos seguro, seguro). Si las películas fueran registros notariales de la realidad, estos ejemplos demostrarían que, efectivamente, la tía guay es de carne y hueso (y gases) (estos paréntesis no son míos y me da mucha rabia):

1. Se enfada tan poco como Mery Jensen de Algo pasa con Mary

Definición gráfica de recipiente de semen

Realmente, la actriz que da vida a esta chica cándida, que dispara rifles mejor que un francotirador ruso y no se avergüenza de su vibrador es la tía guay por excelencia. Cameron Díaz encarna a esa mujer con la que un futbolero podría mantener una larga conversación sobre la situación de Casillas en el Real Madrid y que, a continuación, sería capaz de participar en un desfile de Victoria's Secret sin que su cóncavo abdomen dé cuenta de la ración XXL de patatas fritas que se acaba de meter entre pecho y espalda (es imposible que a una mujer le guste el deporte, claro que sí. Pregúntaselo a todos los equipos femeninos federados en este país. Y una consecuencia lógica de que te guste el deporte es que quemes mucha grasa. Entiendo que joda que se espere de nosotras que seamos delgadas pase lo que pase, pero de ahí a tenerle rabia a las chicas que lo son me parece envidia cochina). Una perversión de las leyes de la anatomía y los procesos digestivos. Porque Cameron no es de las que dice “no, gracias, prefiero una ensalada mixta sin tomate” y luego se pasa la cena picoteando de tus patatas fritas (primero con disimulo y después como Adrien Brody en El pianista con la lata de mermelada). No, ella es sincera con su propia hambre y se pide siempre su propia ración de patatas fritas. (Yo lo hago, no te quepa duda. Eso sí, mi culo es del tamaño de toda Cameron Díaz, eso lo reconozco. Y soy sexy, eso también lo reconozco)

2. Come tanto (y engorda tan poco) como Andie Anderson en Cómo perder a un chico en 10 días (esta mujer parece un poco obsesionada con lo de comer y no engordar).

La historia es así: Kate Hudson es una licenciada en periodismo por la universidad de Columbia, superfan de la NBA y adicta al bacon que debe conseguir librarse de un tío bueno, Matthew McConaughey, en diez días (por motivos de curro, aquí se obvia un poco la profesionalidad de la protagonista). Para lograrlo se convierte en el estereotipo de la novia odiosa: una tía obsesionada con su peso, que interrumpe sus partidas de póker con excusas irritantes y que ha decidido bautizarle el miembro con un diminutivo (lo que viene siendo una zorra vamos). Es una tía guay encubierta. Pero las tías guays son tan guays, según la película, que al final su guayeza acaba prevaleciendo pese a todos sus esfuerzos. La película deja muy claro cuál es el ideal de chica y cuál la reencarnación de Satán. Lo que se abre camino entre estos dos extremos o no existe o no merece la pena aparecer en la película. (Mira, aquí voy a coincidir, los extremos no me van)

3. Se le dan tan bien las 'cosas de chicos' (ahí va lo que ha dicho, lo que ha dichoooooo) como a Robin Scherbatsky en Cómo conocí a vuestra madre.

Hasta Robin pone cara rara al leer esto


Tendámonos en el diván un rato. En la serie nos cuentan que el padre de la-siempre-deseada-Robin se sintió tremendamente defraudado porque fuera una niña en vez de un niño. Tanto que le puso como segundo nombre Charles. La canadiense se pasa toda la serie/vida intentando agradar infructuosamente a su padre (esto… no. Creo que no hemos visto la misma serie). Robin bebe whisky solo, ama el hockey y las armas y no le hace ascos a fumarse un puro de vez en cuando (todas estas cosas son incompatibles con el hecho de tener vagina. El whisky la deforma, el hockey la reseca, las armas la vuelven de color verde y fumar puros directamente hace que te crezca pene. Esto es así, mirad cualquier artículo científico). También tiene cierto pánico al compromiso y a perder la pasión sexual con el paso de los años (ninguna mujer tiene miedo al compromiso ni a perder la pasión sexual. Nosotras frungimos no por gusto propio, sino para complacer a nuestra pareja. La articulista nos acaba de convertir, muy sutilmente, en recipientes de semen). Y además es capaz de aterrizar un helicóptero en Manhattan sin haber pilotado nunca antes gracias a lo cual le ponen su nombre a un sandwich en una tienda neoyorquina (si en la serie lo hubiera hecho un hombre, cosa que pasa muy a menudo en la ficción, no pasaría nada… ¿machismo? ¿Dónde?). Freud (y como Freud no era machista... no, qué va) tendría algo que decir sobre el hecho de que Robin sea la mujer de los sueños de Ted y Barney, dos de los protagonistas de la serie: el chico bueno y el golfo. Pero Robin no es una tía guay 100%, porque ella no sonríe y perdona todas las jugarretas de sus parejas como si le hubiesen pasado el neutralizador de memoria de Men in Black. No. Robin se enfada, Robin es vengativa, Robin llora. Robin no es una cheerleader afiliada a la Asocación del Rifle (y si no es una tía guay porque es un personaje bien trabajado y complejo, ¿por qué está en esta lista?). Siguiendo con el hilo cinematográfico, un claro ejemplo de mujeres que nunca se cabrean son las habitantes del barrio de Las mujeres perfectas… y son robots. Y meten miedo. (Precisamente esta peli habla de la incongruencia de querer cambiar a las personas por estereotipos… no sé dónde quiere llegar con este argumento. Igual no soy tan inteligente como me creía).

4. Aprecia la cerveza tanto como Kate en Colegas de copas


¿No es este uno de los sueños de millones de hombres? Una compañera de trabajo con la que te llevas genial, con la que compartes gustos y aficiones, entre ellos la pasión por la cerveza, de nuevo: ¿es que no hay hombres, aparte del marqués de Griñón, a los que les guste el vino? (De nuevo, a las mujeres NO nos puede gustar la cerveza, es impensable, una atrocidad biológica) y la comida basura. Además, da la casualidad de que esta compañera es Olivia Wilde y que se fija en un tipo perfectamente normal como Jake Johnson (ah, bueno, el quid de la cuestión. Es cierto que en el cine y en las series, de forma muy mayoritaria, mujeres de muy buen ver se lían con hombres que, bueno, son normalitos en el mejor de los casos, pero esto es así en cualquier tipo de ficción, no solo con las tías guays). Soñar es gratis. Pero, de verdad, ¿qué probabilidades existen de encontrar a alguien así en la oficina? Seamos sinceros: nuestros lugares de trabajo se parecen más a The Office que a Anatomía de Grey. (Lo que tiene la ficción es que es ficción, mira por dónde)

5. Le gusta tanto el sexo como a Anne Hathaway en Amor y otras drogas (a las tías es imposible que nos guste el sexo, esto es así. Cualquiera que diga lo contrario miente como una bellaca. Si practicamos sexo es porque tenemos metido en el cerebro nuestra función: ser fundas de penes).

En esta película los roles estereotípicos aparecen ligeramente alterados. Es ella la que solo quiere sexo sin complicaciones. Pero, claro, este comportamiento debe de tener una explicación (léase con tono irónico): Maggie, la protagonista, padece una enfermedad degenerativa. La única razón por la que una mujer podría querer solo sexo, y no un anillo de compromiso en cada cita, es que esté cerca de la muerte o padezca alguna patología que amenace con destruir su calidad de vida, o que sea Mila Kunis en Con derecho a roce, donde las ganas de roce le duran poco; o Natalie Portman en Sin compromiso, que es exactamente la misma película (Mira, aquí voy a coincidir ligeramente con el argumento de la articulista. Me parece horrible que nos vendan que solo las moribundas tengan derecho a querer sexo sin más. Muy, muy horrible). La tía guay por enfermedad horrible es un modelo que ya había sido esbozado en dramones como en Otoño en Nueva York: Winona Ryder tiene un problema de corazón grave que le hace vivir cada segundo de la vida como si fuera el último, siempre sonriente y encantadora, dispuesta a liarse con un hombre que le triplica la edad y fue amante de su fallecida madre, o Noviembre dulce: Charlize Theron tiene cáncer y decide redimir a un totalmente despreciable ejecutivo agresivo sin alma mostrándole las bondades de las cosas importantes de la vida. No hay forma más retorcida de llamar guay a alguien. (Mini-punto para la autora. Nada que objetar. Es un alivio encontrar algo de sentido común entre tanta tontería)


Y hasta aquí el artículo.
En definitiva, las tías normales (las que no son guays) ni tienen gases, ni les gusta comer, ni el deporte, ni los videojuegos, ni la cerveza, ni el sexo sin amor (esto no me ha quedado muy claro la verdad), ni somos sexis, ni inteligentes, ni delgadas (como si no fuera un tipo de cuerpo más), ni las “cosas de chicos” en general. Bueno, pues hoy acabo de descubrir que no soy una tía normal. Miraré en mis bragas a ver si me ha salido un pene o algo.

Ese bulto es sospechoso...

martes, 14 de octubre de 2014

Aquí huele a cuerno quemado

Curioseando por el internete he encontrado un artículo de nosotras.com la mar de gracioso (y triste) sobre la infidelidad. Que si hay dos tipos de infidelidades (¿solo?), que si las mujeres ponemos más los cuernos emocionales y los hombres los cuernos sexuales (¿WTF?) y estupideces varias. Lo que más me ha gustado ha sido el gráfico donde se muestra, (bien diferenciaditos por sexos, que no falten las etiquetas o nos hacemos la picha un lío) los motivos de por qué la gente no puede mantener la ropa interior puesta. Si la imagen en sí es para mear y no echar gota (como podéis observar) esperad a leer mis comentarios (en esta ocasión no están entre paréntesis porque no hace falta, creo que se nota que es cosecha propia).






Quería vengarme de otra infidelidad: y así, cuerno por cuerno, al final todos cornudos como cabras (y cabrones). Lo bueno es que así siempre puedes decir «¡Eh! Que empezaste tú!»

Estaba enamorado de otra persona: todo el mundo sabe que estar enamorada/o te convalida el sexo extramatrimonial, esto es así. Cuando una/o se enamora es incapaz de permanecer con las bragas puestas (o los calzoncillos, o el tanga, o lo que sea). 

Estaba aburrido de mi relación: y bueno, para pasar el rato me he dicho, pues voy a fornicarme a alguien que eso siempre es divertido. Además, el plus de diversión de tener que ocultarlo a la pareja da un toque extra de emoción a la relación. Y el riesgo de contagiarle una venérea es ya la leche de entretenido.

Quería experimentar el sexo con alguien diferente: pero por si acaso mi pareja también tenía curiosidad por experimentar pues no digo nada, que una cosa es que yo frunja por ahí y otra cosa muy distinta es que lo haga mi pareja. De eso nada, cuernos los justos por favor.

No hubo una razón, simplemente pasó: mira, yo estaba tan tranquilamente en la cola del paro y así, de pronto, tenía las bragas por los tobillos y una cabeza entre las piernas, chupando el tema como si no hubiera un mañana. No me preguntes cómo que yo estoy que no me lo creo todavía. (Por cierto, esta es mi razón favorita).


A mí se me ocurren otros motivos para ser infiel (a ver si os gustan):
  • Soy un/a cabrón/a malnacido/a y cobarde y prefiero engañar a mi pareja que decirle la verdad sobre mis sentimientos u apetencias.
  • Yo puedo tener sexo con otras personas pero mi pareja no (y que no me entere que la lío).
  • No quiero a mi pareja y me importa una mierda que le pese la cabeza de tanto cuerno, pero como me plancha/friega/limpia/mantiene pues como que no me apetece separarme (esta es la gente que vive mejor que quiere). 
  • Soy adicta/o al sexo y mi pareja no me da lo que necesito, y no le cuento nada pues para no herir su ego, pobre, que ya tiene bastante con la cornamenta.
  • Es que me emborraché y perdí el control (y claro, a estas personas les ponen una pistola en la cabeza para emborracharse).
¿Y a vosotros? ¿Qué excusas se os ocurren u os han puesto?

martes, 7 de octubre de 2014

Cómo entrar en las bragas de una incauta


La revista GQ nos trae este interesante y, sobretodo, útil artículo sobre las cosas que no hay que hacer si quieres mojar (si eres hombre y con quien quieres mojar es una mujer, of course). No solo deja claro que los gustos e intereses de todas las mujeres son idénticos, también da por sentado que los hombres son bastante idiotas y que, si no se les dice lo contrario, se van a comportar como unos babosos de mierda (porque lo deben llevar en los genes o algo de eso). Seducción lo llaman. Mis cajones, diría yo. (Para ser justa, hay cosas que las clavan, no todo lo que dicen son tonterías. Se nota que tienen estudios y esas cosas).

20 desastres que ningún perfecto seductor cometería en su primera cita.
Esto es lo que no. Repetimos, NO. (Te lo repiten porque eres tonto y no sabes leer).


1. El look “recién salido de la cama” es un look, lleva trabajo, es una metáfora. Tampoco significa “arreglado pero informal”. Guiñar el ojo delante del espejo no solventa ninguno de tus errores al vestirte y acicalarte. (Lo importante aquí es aparentar algo, lo que sea, pero que se note que te lo has currado. No vamos a ser nosotras las únicas en pasar por chapa y pintura antes de una cita, faltaría más).

2. Que tu cita te vea por primera vez saliendo del metro o del transporte público es indigno de un hombre de bien. (Porque todas las mujeres asociamos metro/autobús con desecho social y claro, a nosotras si no tienen la cartera llena de billetazos dispuestos para ser despilfarrados no los tocamos ni con un palo. Zorras, que somos todas unas zorras).
Ir en metro es el nuevo método anticonceptivo recomendado por la Iglesia. Garantiza la abstinencia en el 100% de los casos

3. Muchísimo más si llegas con retraso por el metro o el transporte público. (Si llegas tarde en limusina no pasa nada. Las limusinas nos bajan las bragas de forma automática, aunque llevemos esperando bajo la lluvia una hora).

4. Ya le has dado dos besos con el “eau de metro atestado” perfumándote, por lo menos no saques el móvil inmediatamente después para ver dónde podéis ir. (Qué obsesión con lo del metro… en fin, que tú, HOMBRE, debes tener planificada toda la cita porque ELLA no tiene ni idea de dónde ir o qué hacer, es imposible que ella tenga algo planificado o que le apetezca algo concreto. Es una mujer, ¿qué esperabas, que además de tener tetas supiera pensar? Mucho pides tú).

5. Evita el “eau de metro atestado” y sustitúyelo por algo más adecuado para el momento, como, por ejemplo, [aquí iba el nombre de una marca de colonia que no voy a copiar porque a mí no me pagan, no es nada personal, yo me vendo por dinero como cualquiera, pero gratis no]. Recuerda, el olfato es el sentido con el que más recuerdos registramos, por tanto, buena fragancia siempre garantiza grato recuerdo por su parte. (Lo del olor es cierto pero… esto huele a marketing chungo del que deja pestuzo)

6. No le preguntes a ella dónde podéis ir. O sí, pero a lo mejor te contesta “Yo, a mi casa. Ahora”. (Claro, porque eso de ser considerado no lo tenemos en cuenta, es más, a nosotras nos va más que nos digan lo que tenemos que hacer y lo que nos apetece hacer. La cabeza cuanto menos la usemos mejor, que la tenemos para hacer bonito y no vaya a ser que se nos desgaste).

7. ¿Comida picante? ¿Hablas en serio? (A NINGUNA mujer le gusta la comida picante. Esto es así. Nos vuelve la vagina del revés y por eso no podemos ni acercarnos a ella).

8. ¿Cerveza? ¿Hablas en serio? Y no, el boom de las artesanas no significa nada. Es cerveza. La cerveza es el preciado líquido de la amistad, no el del amor. (Las chicas no bebemos cerveza tonto, nosotras solo agüita mineral y cava de 2000 €).

9. Oh, vaya, no hay mesa/hay que hacer cola/el dueño se jubiló hace seis meses y ahora es una pizzería 24 horas take away. (El dramón del siglo, tener que ir a otro sitio, ¡lo peor que nos puede pasar en la vida! Hoy ya no mojas chaval).

10. ¿Qué va a hacer ella toda la noche con esa flor que le has comprado? (Aquí coincido al 100%. Odio a quien se le ocurrió ir vendiendo flores por los restaurantes. Esa persona tiene reservado un rinconcito en el infierno plagado de flores mustias que se tendrá que meter una a una por el recto).

11. Ah, sí, escuchar tu monólogo sobre ti, tú mismo y tus cosas. (Las mujeres quedamos con hombres para que sean ellos los que escuchen, no nos interesa nada conocerlos, con que no vengan en metro y elijan el sitio para cenar tenemos más que de sobra para saber cómo son y si nos los queremos frungir, esto es así).

12. Monólogo que sólo podría ser peor si hablas de exparejas o le preguntas por las suyas. (Hombre, si te pones a comentar que tu ex las felaciones las hacía hasta el final o que a otra la vulva le olía a requesón… no das muy buena imagen. Y si preguntas por el tamaño del pene de los ex de ella menos todavía).

13. Apaga el móvil, por favor. No lo saques ni para comprobar ese dato en Google. Una cita no es un trío entre tú, ella e Internet. (El reto no está en apagarlo, es en demostrar que incluso estando encendido, puedes pasar de él. ¡Imagínate! ¡Serías único! ¡Se te rifarían por docenas! Y esto no es coña, no demasiado al menos) (Eso sí, si ella no para de curiosear con el suyo tú solo obsérvala embobado y grábate su imagen en la retina porque te hará falta más tarde). (Sí, esta vez he sido sutil, no os acostumbréis).

14. Mírala a los ojos. Un escote no es una invitación, y nadie está guapo mientras bizquea. Nadie. (Las mujeres nos ponemos escotazo única y exclusivamente para poner a prueba a los hombres y comprobar si han superado con éxito la fase de lactancia).

Vista al frente chaval, no mires abajo o te la cargas


15. No invadas su espacio personal a las primeras de cambio. Nunca. (Aquí no tengo nada que objetar. Babosos no gracias).

16. Ir al cine en la primera cita es la mejor forma de gritarle al universo “no tengo nada de qué hablar, no soy interesante”. (No es que te encante el cine, o que a ella le pueda encantar el cine, o que no pueda pasar nada en la oscuridad del cine… la primera cita mejor llévala a un parque a charlar y comer pipas que es mucho más interesante, dónde va a parar).

17. Ir al karaoke en la primera cita es excesivo. (Y en la segunda, y en la tercera, y en la decimoquinta. No todas estamos hechas para el karaoke, compréndelo. Si te gusta cantar, hazlo en la ducha como la gente de bien, donde nadie puede escuchar tus berridos).

18. Quema el manual de seducción científica, 'El Método', y 'The Game'. Eres un hombre, no un infraser. (¡A la hoguera con esa mierda! Tú haz caso a la revista, que para eso se lo curran, para no ser como la otra mierda. Más breves y baratos son, sin duda). (En serio, tengo entendido que los títulos citados son auténtica basura así que mejor hacer caso de esta directriz).

19. "No" significa "no" siempre, no se está haciendo la difícil. (De nuevo, nada que objetar. Si no le has molado no le has molado, qué se le va a hacer. Mano amiga siempre es bienvenida).

20. “¿Te vienes a mi casa?”. En principio, no. Un perfecto seductor siempre intenta desembarcar en Normandía, no se repliega. (Porque la seducción es una guerra constante y compararnos con un terreno a conquistar nos vuelve locas a todas. Venga chaval, apunta tu misil que el enemigo tiene la guardia baja).

21. Nunca te emborraches. (Mejor emborráchala a ella. No, que no, que era broma, sé que eso no es lo que quería decir ¿verdad? Bueno, lo de nunca te emborraches es cierto. Al último que se atrevió a hacerlo en mi presencia le hice espeleología en el recto. Salvo que quieras terminar igual, cosa que yo no descarto nunca, es mejor que dejes el tequila para otra ocasión).

Y hasta aquí los consejos de la GQ para que te comportes como un auténtico seductor y te las lleves a todas de calle. ¿Qué dices? ¿Que ni haciendo caso de esta guía para machos consigues ligarte a ninguna incauta? ¿No me digas? Eso es que debes estar haciendo algo mal. ¿Seguro que te has quitado bien el pestazo a metro? ¿Y que la has llevado al restaurante más pijorrio del lugar sin preguntarle si la deconstrucción de tortilla con chistorra al cava le gusta? Pues no sé, oye, igual es que la incauta no era tan incauta y le gusta que la traten como a una persona y no como a un recipiente de semen una maldita conquista. Este mundo está muy loco tron.